Experiencia en Maputo de Aurelio Ventosa
Publicado: 1 de Septiembre de 2014
Este ha sido mi primer año de voluntariado en Mozambique, tengo que reconocer que, aunque llevaba mis expectativas, también sentía una pequeña desazón, de qué podría pasar, pues iba sólo.Enseguida me di cuenta, que con las personas que tenía a mí alrededor, sólo podía esperar días de grandes sentimientos y grandes emociones.
Mi estancia se dividió en dos partes: una primera en Ressano García, con el padre Vicente y otra en Maputo con las hermanas Pilarínas.
Son seres especiales y me lo han demostrado día a día, minuto a minuto. Es cierto que son dos formas diferentes de hacer, pero con objetivos idénticos: mejorar la vida de las personas de aquella zona, empezando por los más débiles: los niños.He escuchado en más de una ocasión los comentarios: “Me queda la sensación de si merece pena” y otro “Te llevas más de lo que has traído”. A los dos comentarios, tengo que decir que “SI” .Si merece la pena y si te llevas más de lo que has traído.
Este, mi primer viaje, yo diría que ha sido de reconocimiento, quiero decir de conocer su vida, sus costumbres, sus formas de hacer, tanto de las personas que están allí ayudando, como de las que están siendo ayudadas.
Yo he vuelto con la sensación de que he hecho muy poco, pero creo que he colaborado con las personas que he estado, en sentirse un poco mejor, por mi compañía, por ser una persona nueva allí. Esto corrobora la frase “Sólo vuestra presencia, ya nos ayuda”
Mi colaboración ha sido diversa: un poco de todo lo que era necesario en ese momento, pues en principio no había nada prefijado de antemano.
En Ressano, he acompañado al P. Vicente en sus actividades, apoyándole en todo aquello que iba surgiendo. Son varios los centros abiertos, en los que hay que hacer una supervisión, pues así está previsto, además de acompañar, en esta ocasión a otras personas, venidas de otros países y que han financiado la construcción de algunos centros y quieren comprobar que su aportación está siendo bien empleada.También hemos realizado visitas a las comunidades, que están alejadas, que tienen pocos medios, por lo tanto la enseñanza de los niños deja mucho que desear, viendo la posibilidad, si reúne las condiciones, de poder abrir un centro de educación, además de otras posibilidades más espirituales.
La segunda parte de lo anterior mencionado, es la entrega de centros ya construidos, con la presencia de las autoridades y el resto de las personas del lugar.
En Maputo, algo diferente, pero también ayudando en lo que me necesitaban, en todos los ámbitos, desde la cocina, acompañar a las hermanas en sus actividades de tipo doméstico, ir de compras, recoger productos en los supermercados, visitas a centros con las niñas del internado, apoyar en la escoliña, atendiendo a los niñ@s, mientras llegan las profesoras. En fin actividades varias.
Tengo que reconocer que ha sido importante, la parte espiritual que he podido desarrollar, desde un aspecto más religioso, quizás las fechas también han acompañado más a ello, pues la semana santa en estos lugares se vive con mucha intensidad, sobre todos los católicos.
Mi conclusión, después de esta vivencia, es que la posibilidad de que los niños puedan tener una educación reglada y encaminada a su mejora en la formación integral, es lo más importante que se les puede ofrecer, lógicamente, para que esto se pueda conseguir, conlleva completar otros aspectos imprescindibles: preparar a personas, que puedan trasmitir esas enseñanzas en toda su amplitud, concienciar a los familiares de los niños, la necesidad y obligatoriedad de esta formación, disponer de centros que reúnan unas mínimas condiciones.
Para terminar, no quisiera olvidarme de algo muy importante, que es la sanidad, algo fundamental, para que el resto se pueda conseguir.
Aurelio Ventosa